jueves, 25 de julio de 2013

Esperanza, sorpresa y alegría...

Tres sencillas actitudes: Mantener la esperanza... Dejarse sorprender por Dios... Vivir con alegría...


Mantener la esperanza: Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos hundamos. Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Queridos hermanos y hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad.

Dejarse sorprender por Dios: Quien es hombre, mujer de esperanza —la gran esperanza que nos da la fe— sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades.
Dios nunca deja de sorprender, Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.

Vivir con alegría: Queridos amigos, si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no podemos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor. 

Sí, Madre, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría. Que así sea.

Papa Francisco

sábado, 20 de julio de 2013

La oración de oír...

"María ha escogido la mejor parte..."

Jesús se ha sentado a descansar en la casa de Marta, María y Lázaro en la Betania de sus consuelos y desagravios: Marta se ¡agita e inquieta de acá para allá preparando la comida del Maestro y de sus amigos. María, ajena a todos los preparativos se sienta a los pies del Maestro para oírlo. 
Marta se queja ante Él de la inmovilidad de su hermana, y al paso que para aquélla hay un reproche, aunque cariñoso y paternal, para María hay una aprobación solemne: "María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada" (Lc 10, 42).

¿Cuál era esa mejor parte? 

Según el Evangelio, ésta: María, sentada a los pies de Jesús, oía su palabra.
¡Oír a Jesús! ¡Dedicarse a esto solo; a oír a Jesús! ¡ Y dedicarse por toda la vida a oír a Jesús en su estado de palabra callada del Sagrario!
¡Cuántos misterios de gloria de Dios y cuántos misterios de santificación excelsa para nosotros están encerrados en esa oración de oír a Jesús-Hostia callada del Sagrario!

Beato Manuel González


martes, 16 de julio de 2013

Sígueme

Muchas veces ha dicho Jesús en el Evangelio las palabras "levántate" y "anda", pero esta, "sígueme" (Mt 9,9), muy pocas las dijo.
¿Por qué? Quizás estará la explicación en que es la palabra de la intimidad.
Os invito, almas que aspiráis a esa dulce y misteriosa intimidad, a que saboreéis esa palabra.

Lo que significa

Ese "sígueme" dicho a un alma por Jesús, que sabe, puede y quiere cuanto dice, equivale a esto otro: alma, conozco tan bien tu pasado, tu presente y tu porvenir, me fío tanto de tu cariño, me encuentro tan a gusto junto a ti, te necesito tanto para mi gloria y me necesitas tanto para tu dicha, que no quiero vivir sin ti, ni me atrevo a decirte el "anda", hasta luego, sino que quiero que estés conmigo todos los instantes del día y de la noche.
Por eso, esa palabra la solía decir el Maestro después de bañar con una mirada suya, tan tierna como penetrante, a los que escogía para el dulcísimo oficio de amigos íntimos suyos. Por eso solía anteponer a ella el "si quieres ser perfecto", para dar a entender todo lo que obligaba.

Fijaos que en esa palabra, como está sin tasar la predilección que os revela, está sin señalar el tiempo que os obliga... "Sígueme" se os ha dicho, ahora y después, hoy y mañana, en la tierra y en el cielo... 
"Sígueme siempre".

Beato Manuel González


jueves, 11 de julio de 2013

Partícula para eucaristizarnos

Julio-Agosto 2013
Si queréis que vuestras palabras tengan eco de palabras de Evangelio, purificad, perfumad, ungid, robusteced y sobrenaturalizad primero vuestra ciencia, vuestra palabra y vuestro ejemplo con la meditación de cada día y con el roce del Sagrario. (En busca del Escondido, 7ª  ed., pp. X78-79)

En el hemisferio norte ha llegado el verano y muchos han comenzado las vacaciones. Se dejarán las ocupaciones del año, de la obligación de cada día y se comenzará una forma de vida distinta.
La persona se encuentra tan llena de ocupaciones y preocupaciones que busca este tiempo de descanso para «retomar fuerzas y volver a sentirse viva». Pero también durante este tiempo es necesario dar espacio para pararse y encontrar el silencio que ayude a recordar lo que verdaderamente es importante en la vida.
Descubrir y reconocer que las muchas actividades, de cualquier clase, también las parroquiales y apostólicas, nos pueden haber vaciado interiormente y, en cierta manera, nos hemos alejado de Dios, estando en ocasiones aparentemente cerca. Es posible que esto haya sucedido porque, teniendo cosas tan importantes y urgentes que hacer, hemos ido dejando la oración, el encuentro con el Señor, y hasta nos hemos convencido de que no era posible conseguir el tiempo para ello.
De ahí que los hombres de Dios tengan otra «medida». Al preguntarle en cierta ocasión al P. Arrupe cómo se las arreglaba para encontrar tiempo para los ejercicios espirituales diarios (oración personal, examen de conciencia, etc.) en medio de tanto ajetreo, contestó: Es simplemente un problema de prioridades.
«Sin la oración nuestro obrar se vuelve vacío y nuestro anuncio no tiene alma, ni está animado por el Espíritu» (Papa Francisco 22/5/2013). La oración cambia la vida de quien ora. Si esto no sucede, en lugar de ser un reclamo, los orantes se convierten en una falsedad fácil de descubrir. Sabemos que no siempre los que más oran son los más serviciales, los más trabajadores, los más solidarios, los que más caridad tienen. No es que siempre sea así, pero muchas veces lo parece, y no es posible que algo que se predica como fabuloso esté generando tantas medianías. Algo falla en la oración cristiana o en los orantes. Quizá, a veces, nos hemos detenido demasiado en su aspecto ascético (esfuerzo y dificultades) y, aunque hay que tenerlo en cuenta, no es eso lo central.
Por ello tenemos que evangelizar la oración. Esto es, presentarla como Buena Nueva del Evangelio, como la entrada de Dios en el mundo del hombre. Evangelizarla es orar como nos enseño Jesús y como Él oró. Solo Él es el modelo de la oración. La Iglesia, la comunidad cristiana, no pueden tener otra escuela ni otro magisterio. Es esto lo central de la oración cristiana.
«Recorriendo los Evangelios hemos visto cómo el Señor, en nuestra oración, es interlocutor, amigo, testigo y maestro. En Jesús se revela la novedad de nuestro diálogo con Dios. De Jesús aprendemos cómo la oración constante nos ayuda a interpretar nuestra vida, a tomar nuestras decisiones, a reconocer y acoger nuestra vocación, a descubrir los talentos que Dios nos ha dado, a cumplir cada día su voluntad, único camino para realizar nuestra existencia» (Benedicto XVI, 7/3/2012).
Es en el silencio donde podemos encontrarnos con el Señor y volver a experimentar de nuevo que no solo Él es la fuerza para seguir afrontando las dificultades de cada día, sino descubrir que Él es la fuente segura de la verdadera alegría y paz interior.
«El Bto. Manuel González interrumpía sus audiencias para “echarle” un vistazo al Señor que tenía muy cerca, y encomendarle la solución de una duda o las necesidades de una persona. Si de camino alguno de sus familiares lo entretenía, insinuaba con mucho agrado sin detenerse: “Ahora no, después. Tengo ahí un Amigo que me está esperando”» (El Obispo del Sagrario Abandonado, 6ª ed., p. 454).
Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n

miércoles, 3 de julio de 2013

Descansad un poco..

El misterio del descanso

No siempre es movimiento lo que manda el Corazón de Jesús.  El mismo que dice "Levántate", "Anda", "Sígueme", es el que ordena a los suyos: "Descansad un poco".

Pero... ese "descansad un poco" del Evangelio, no es el dormir sin cuidado de los discípulos de Getsemaní, ni es tampoco el volver la cara atrás mientras se lleva la mano puesta sobre el arado, de los inconstantes, ni el enterrar el único talento para no tener que explotarlo, de los desconfiados, nada de eso. 
El "Descansad un poco" que precede o sigue las grandes acciones evangélicas es un laborioso descansar, es un dejar quietos los ojos, los oídos, los pies y las manos para reconcentrar la actividad que se quita al cuerpo en el alma y ésta vea, oiga y se entregue más enteramente a su Dios.



¡Descansad un poco todos los días en el Sagrario! Trabajad con vuestros pies, con vuestras manos, con vuestra boca, con vuestra cabeza, con todo vuestro corazón... pero ¡por Dios! no olvidéis el trabajar de rodillas..., esto es, ¡Descansad un poco ante vuestro Sagrario antes de empezar vuestro día y después de darle remate!


                                                   Beato Manuel González